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Mostrando entradas de julio, 2008

el segundo invitado

Diez días habían pasado desde aquella noche en la que un infortunio había hecho cambiar el rumbo de los acontecimientos. Por supuesto, nadie era consciente todavía de este pequeño gran giro argumental. La vida en la pequeña aldea transcurría como de costumbre. Sus martes de mercado seguían siendo ruidosos y dinámicos. Sus domingos en la iglesia, tranquilos y apacibles. Sus paseos al atardecer y sus idas y venidas a la gran ciudad seguían siendo, como desde hacía años, parte de la rutina de cada día. Poco a poco los días se iban haciendo más cortos, pues el otoño estaba muriendo y daba paso al invierno, que aquel año se adivinaba más frío que de costumbre. Aquel día había amanecido con negras nubes de tormenta en el horizonte. Un viento frío recorría las calles y la gente iba de un lado a otro con prisas, sin prestar demasiada atención a lo que sucedía a su alrededor. Quizás si se hubieran fijado un poco más, se habrían dado cuenta que otra extraña figura, envuelta en una capa marrón ha

negro veneno

Débilmente iluminada por las farolas de tenue luz, una figura se deslizaba calle abajo en dirección a la antigua posada. Iba envuelta en una capa negra y sus pasos, silenciosos, no turbaban la quietud de la noche. Se deslizaba sin apenas levantar los pies del suelo y su sombra, alargada, parecía una serpiente de color negro azabache. La figura se detuvo dos casas antes de la posada, giró su cabeza a un lado y al otro, observando unos segundos en cada dirección y siguió caminando. Antes de llegar a la posada volvió a observar los dos lados de la calle, se acercó a la puerta y con los desnudos nudillos, antes escondidos en los bolsillos de la capa, golpeó suavemente 3 veces la puerta. La casa estaba en silencio. Sólo la débil luz que salía a través de la ventana del salón indicaba la presencia de alguien en su interior. Una sonrosada y alegre cara se asomó entre las cortinas de las ventanas de la estancia iluminada y miró al recién llegado. La sonrisa que se dibujaba en su cara se desvan