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Mostrando entradas de mayo, 2008

aspirando los colores de todos tus cuadros

Tú y yo hemos roto hace poco. Después de un tiempo sin vernos voy a tu fiesta de cumpleaños. En tu casa, pero no tu casa, sino una mucho más grande, rollo mansión, llena de cuadros, con escaleras y varios niveles y rincones. Durante la fiesta, en la que yo estoy incómodo a tu lado, volvemos a liarnos. Yo, confío en que es una reconciliación y que volvemos a estar juntos, pero me dejas claro que no. Tenemos una discusión y me voy, pero tú no me dejas, empiezas a perseguirme por la casa, gritando, discutiendo… me paro, nos gritamos, me alteras, me hundo, me rabias, me desespero. Te pegó un bofetón, delante de todos tus amigos, que son tus amigos y mis amigos, pero no reconozco como míos, sino como tuyos. Después de la bofetada sé que ya no hay nada que hacer. Se me cae el mundo. Lloro. Te pierdo, para siempre. No lo asimilo. Todos tus amigos se giran conmigo, me dicen que me vaya, que no tiene sentido seguir ahí después de lo que he hecho. Me recorro la casa con una aspiradora, aspirando

el viaje

Hace muchos días que no actualizo con nada. Hace ya tiempo que en el trabajo no tengo tiempo de escribir ninguna de mis tan aclamadas efemérides y en los últimos días no he estado en casa. Siento que os voy a defraudar cuando leáis lo que voy a escribir y me gustaría poder disculparme por ello, pero no es lo que siento. Quizás el final de la historia de la puerta negra no sea el que os esperabais o quizás os parezca soso o falto de contenido. Pero ha sido así. Después de esta entrada no volveré a hablar de la puerta negra, esa puertecita de hierro que encontré en mi cocina, ni de su contenido, al menos por el momento. Y es que el otro día me decidí a abrirla. Hablando con Francisco, él me dijo que un ave típica de la temporada invernal, indicio claro de que algo raro estaba pasando, un petirrojo, había aparecido en su casa y sin comerlo ni beberlo, como quien no quiere la cosa, le dijo que, por favor, le diera la llave que abría la puerta que había en mi cocina. Desconozco como pudo sa